Amapolas...

Y me pinté las uñas de mil colores.
Mirando los botecitos de esmaltes, me parecía un castigo tener que elegir sólo uno. La vida no es blanca o negra. Y si lo es, no la quiero. Quiero una de colores divertidos y tristes.
La hora de pintarme las uñas. Un gran momento. Es cuando toca decidir de qué color me siento, de qué estado me siento. Y hace dos noches, como he dicho antes, no quise escoger. Todos los colores, juntos y revueltos, eran maravillosos, eran perfectos. Aunque he de confesar, que no me gusta nada esa palabra. Perfección. Es horrible. Pero bueno. Las cosas feas son necesarias en este mundo.
Rosa. Con sus pasteles de fresa y sus tartas de cumpleaños. Que la niña se va haciendo mayor. Crece, y parece que se va alejando. Pero no. Una de mis uñas está rosa. Y siempre lo estará. Por mi infancia, por mis cursiladas y mis sueños. Por los principes ¿azules?... perdón, todavía no quiero cambiar de color. Rosa… Me sabe la boca a fresas (con nata, por favor!), a chicles que se pegan en los dientes y a gominolas. Ese sentimiento de que la vida nunca se va a acabar. Tienes ocho años. ¿Qué historias son esas? Juguetes, karaokes de plástico y cocinitas. Qué bonita época la del rosa, aunque yo siempre mentía diciendo que prefería el azúl…
Azul. Precioso color. Azul oscuro, azul cielo… Sí, ¿tú también lo notas? Se llama libertad. Son las olas gigantescas del mar, y el sonido del río que baja por la montaña. Son las nubes grisáceas, que tiran truenos sin parar. Es el color de los chicos, ¿y eso por qué? Vete tú a saber…
También tengo una uña de color naranja.
Calor. Tardes de verano en el pueblo. Adrada. Mi querida Adrada. Tantos recuerdos que recordar… Las amigas, de las que jurabas que jamás te separarías. Siempre, todos los veranos volveríais a veros. Eran juramentos, pactos, confidencias… Juegos en el jardín con la manguera, con treinta o más grados. Piscinas destartaladas, baños en la presa (siempre y cuando un “mayor” accediera a acompañarnos). Mascotas adoptadas que cuidábamos, cada semana tocándole a una… Grandes e inolvidables momentos.
Y más naranja. Un sol muy grande. Con sus rayos que me queman y me doran. Campos secos, y otra vez Adrada… Trigo, tierra seca, arena y amapolas.
Leo esta última frase, y no sé por qué, pero me viene a la cabeza una lista de la compra. ¿Tendré hambre?
No, tengo sueño. Y como me ha gustado la frase de la lista de la compra, la vuelvo a escribir como final.
Trigo, tierra seca, arena y amapolas…

Valentina