Más cartas para Valentina

Te quiero contar. He estado con ella. La he acariciado y la he besado. Ella dibujó para mí un nuevo paisaje, un lago infinito de nenúfares, perfecto, con pérgolas para descansar y barandillas de madera. Pérgolas como las que siempre soñó y barandillas como las de Kingston. Me he dado cuenta al reconocer toda esa belleza que a ella le entusiasma. Una creación tan divina solo puede haberla hecho ella. He fijado la mirada en el agua y he visto ese chapoteo de un pez saltando, pero era ella nadando. Con la luna en el hombro y nada más. Me ha hipnotizado hasta que he notado que no me cabía el aire en el pecho, ni salí ni entraba. Ella, como siempre, me ha abrazado hasta tranquilizarme con las gotas de la tormenta repentina, pesadas y cálidas que cada vez cubrían más mi cuerpo. Tan suaves como su mejilla. No, tanto no, imposible. Han calmado el ardor de mi piel. He saltado al lago de cabeza, como nos enseñó en ese trampolín ("¡saltito, saltito, saltito!") y hemos buceado entre las raíces de los nenúfares con los peces de colores  y los ornitorrincos. Con el cabello hacia atrás. Ya sabes. 

Mañana aquí, en China, es San Valentín. Valentina mi Valentina. Es tarde y se me cierran los ojos, estoy feliz porque sé que en unos minutos me volveré a reunir con ella, en el mejor de los sueños. 

Te quiero, 

Paula